En Salta, “yo quiero un puente” para que la niñez wichi no quede aislada del mundo

Fundación Resilient

En Salta, “yo quiero un puente” para que la niñez wichi no quede aislada del mundo

Unos 50 metros separan a la comunidad Wichi del Paraje La Media Luna, en Dragones, en la provincia de Salta, de la Escuela N° 4.757, en donde asisten 63 niños, niñas y adolescentes que acceden al nivel primario.

Desde Córdoba, la Fundación Resilient pide desesperadamente que el Estado y los gobiernos actuales, tanto provincial como nacional, construyan un puente de hormigón armado con barandas para que no queden aislados.

Actualmente viven en el paraje 22 familias, 84 niños, niñas y adolescentes incluidos 21 bebés, que quedaron aisladas en su caserío. Si bien, gracias al esfuerzo enorme de la entidad cordobesa, la comunidad superó las adversidades que les plantea la vida, algunas cosas requieren del compromiso del Estado.

Hace cinco años, los “descubrieron” sin electricidad, sin agua potable, bajo el rayo del sol con temperaturas que superaban por momentos los 50°C, con un solo árbol, sin sanitarios y con una grave desnutrición. Algunos fueron “salvados” de las consecuencias directas de la falta de atención en los primeros años. Otros no corrieron esa suerte. Por eso Marcela Cantero, presidente fundadora de la entidad aclaró que “los más grandes no se ríen y los más chicos son completamente normales, cantan y bailan. Son inquietos llenos de vida”.

Pequeños y pequeñas padecían “sarna desde la frente hasta el último dedito del pie”, una enfermedad altamente contagiosa provocada por un parásito que excava en la piel, se introduce debajo de esta y pone sus huevos. La picazón es angustiante.

Cantero fundó Resilient hace 26 años, y desde hace 6 trabaja a 1.350 km de su ciudad. Se la ve convencida que “somos resilientes porque ayudamos a los niños a enfrentar la adversidad y superarla. Somos muchos, por suerte y con mucha energía seguimos adelante”.

Sin embargo la impotencia que le produce que la infancia y adolescencia de la comunidad no pueda hacer algo tan simple como atravesar la extensión de media “cuadra” para llegar al pueblo más cercano, Dragones; que los maestros no puedan pasar el puente para ir a cumplir su valiosa misión de enseñar y contener a los niños, la impulsó a crear una petición en el sitio más grande a nivel mundial, Change.Org, dado que “estamos muy preocupados realmente, ya no se puede pasar”.

“Yo quiero un puente”

La profesional dialogó con Mundos y detalló “es un puente que atraviesa Aguas Blancas y une Dragones con la comunidad. Tiene dos rieles con maderas cruzadas. Ahora está bajo el agua. Esas maderitas se van a pudrir”. Como antecedente de la peligrosidad, “un adolescente se ahogó” un año atrás. Ahora aclara con firme postura que “les he implorado que no pasen. Yo necesito que el pedido se difunda y que el Sr. Presidente, Ing. (Mauricio) Macri ordene que se haga el puente”.

En el último tiempo el caso se difundió ampliamente en los medios de comunicación salteños. “Me hicieron entrevistas en todos los medios de Salta. (El actual gobernador Juan Manuel) Urtubey estuvo a pocos kilómetros de los niños y no fue a verlos. Es una cuestión caprichosa. No pueden decir que no se enteraron. Todos los medios salteños me entrevistaron y no pasó nada, por eso ahora junto firmas para que llegue al presidente Macri. Que el ingeniero ordene hacer el puente. No tenemos problemas de asistir a los niños a 1.350 km” de distancia dice Marcela, convencida que los gobiernos que pasaron por las gestiones han mantenido invisibilizadas a estas comunidades, que si bien la palabra está más que utilizada en los últimos años, describe la grave situación. Si la realidad de estas personas es advertida y transformada desde otra provincia, resulta poco creíble que ninguna política pública pueda llegar al territorio.

Hace 6 años cambió la vida en la comunidad wichi

En diciembre de 2012 a través de Facebook un ingeniero que pasaba por ahí (en Salta) que no es una ruta muy transitada, me mandó cinco fotos” de sus habitantes en “un estado paupérrimo, un desastre el lugar”.

“En aquel momento era una veintena de familias en un estado de abandono y desnutrición impactante. Los niños tenían sarna desde la frente hasta el último dedito del pie. Era una cosa muy triste”, relata con dolor Cantero. Inmediatamente para diciembre de ese año, puso manos a la obra. “Pasé Navidad con ellos para hacer el relevamiento” y una de las principales carencias “lo más elemental, era el agua que está contaminada con arsénico. Las napas freáticas tienen arsénico”.

“No tenían electricidad ni agua potable” por lo que bebían “de una hondonada, como si fuera un badén, llenos de parásitos”. En aquel momento le llamó la atención la escasa cantidad de niños y niñas en relación al número de familias que vivían allí. “Eran muy poquitos niños y tenía que ver con que pocos llegaban al añito. Morían los bebés por la contaminación del agua y la desnutrición”. Ahora por ejemplo, “no tienen enfermedades en la piel”.

En aquel momento, la entrevistada recuerda su primera aproximación, en una jornada con altísimas temperaturas, que alcanzaban los 55.5°C. “Como primera instancia, se elaboró el informe y les enviamos cremas para tratar las enfermedades parasitosis de la piel y una de las primeras tareas fue instalar el alambrado olímpico que se trasladó junto a los postes desde Córdoba, a 1.350 km de distancia, para separar los animales de la escuela”. Postes y alambrado fueron donados por la empresa cordobesa Talpe Lit y el traslado lo hizo gratuitamente la empresa La Nueva Veloz del Norte.

Expresó que “siempre elegimos ayudar en la escuela donde asisten los niños. Toda la energía y el esfuerzo y donaciones son para ellos”, explicando que las personas adultas pueden buscar sus propios medios de vida.

La primera visita

“Llevé 410 kilos de donaciones la primera vez y un tanque de 1.000 litros de agua potable de regalo de Navidad. Me sentía muy triste porque llevaba ‘agua potable’ como regalo de Navidad, cuando el agua es un derecho esencial de cualquier ciudadano. Verlos felices con el agua y los alimentos fue muy emotivo y triste a la vez. Los niños son ciudadanos argentinos, y la situación me evocaba a Africa”, relató.

Una complicación que también debió ser atendida fue la contaminación de arsénico. “Se fue diseñando el destilador solar de arsénico porque con eso le brindamos agua potable a los niños”, para eliminar el contaminante.

Consultada sobre si poseen sanitarios, fue contundente: “no tienen. Un baño es un hueco en la tierra tapado de cucarachas”. Los datos oficiales de Naciones Unidas recuerdan que 4.500 millones de personas no cuentan en sus viviendas con sistemas que eliminen los excrementos de forma segura, por lo cual se trata de una crisis mundial. Para 2030, el Objetivo de Desarrollo Sostenible N° 6 planea hacer llegar el saneamiento a todos los habitantes del planeta, reducir a la mitad las aguas no tratadas y aumentar su reutilización.

“Cambios notables”

Asegura que “el sacarlos de la desnutrición fue un logro importante. Los chicos que conocí en 2012 y que este año cumplen seis años, son niños normales, que corren, se ríen, son inquietos. A ellos los hemos podido salvar porque van bien en la escuela. La escuelita a pesar de ser primaria tiene alumnos de 21 años y otros de 16 y 17. Esos son a los que más les cuesta porque por la desnutrición, su coeficiente intelectual no es normal. A ellos no los hemos podido salvar. La tablas son muy difíciles de aprender” dijo angustiada y resignada de la afectación en el desarrollo cognitivo que han tenido estos adolescentes que no han recibido, ni han sido protagonistas del derecho a la salud, universal para todas las personas.

“Los niños tienen sus ángeles guardianes: sus maestros. La directora de la escuela, Prof. Miriam Vera junto al equipo de docentes los aman, los contienen, los conectan al mundo. Los salvan. Porque la educación salva vidas. Yo estoy muy agradecida por su presencia en la vida de los niños”, aclaró emocionada.

Con cariño pero con angustia agregó que los pequeños “son ‘super’ inocentes. Son niños tristes. Los más grandes no se ríen y los más chicos son completamente sociales, cantan y bailan”, dijo, evidenciando las diferencias entre aquellos “salvados” a tiempos y los que no. Mantienen su propia lengua, “tienen un maestro bilingüe que les enseña en castellano y en la (lengua) de ellos”.

Los yacarés y la visita en Semana Santa

Quienes habitan en la comunidad wichi salteña “tienen dengue y hay yacarés en el agua”, recordó. Ahora Marcela plantea su próximo viaje junto a un grupo de voluntarios para “Semana Santa, cuando baje el agua” con la meta de “llevar vacunas y vitaminas para que les suban las defensas”.

Aunque el tema que preocupa es “cómo vamos a cruzar… no sé”. El río tiene yacarés, víboras, etc. Por eso la necesidad recurrente de la construcción de un paso acorde. “Son 50 metros de puente” por lo que es necesario sea de “hormigón armado con barandas” porque para pasar actualmente hay que “ir haciendo equilibrio”. Reafirmó “necesitamos un puente. Que firmen la petición. No queremos dinero. Pedimos la firma para que le llegue a los funcionarios nacionales, que hagan lo que tienen que hacer, que le den prioridad a esto”.

En los meses siguientes “vamos con 30 kilos de repelentes. Trabajamos mucho y todo sale de aquí”. Con las inundaciones de marzo de 2017 se dañó todo “pero lo sacamos adelante rápidamente”, aunque “fue dramático”. La profesional aclaró que “se trabaja mucho aquí (en Córdoba). Todo se lo mandamos fraccionado, personalizado. Las donaciones tienen que llegar a sus destinatarios. Las bolsas están separadas por nombre. Sabemos cuánto calzan, cuánto miden, qué talles usan”. Con distintos elementos, desde ropa, comida y hasta artículos de higiene “cada niño recibe su caja”.

Son “84 en total, 63 escolarizados de 4 años en adelante, el resto son bebés. De esos 63 incluyen los de 16, 17 y 21 que están haciendo la escuela primaria y se ponen también felices de recibir regalos”.

División sexual del trabajo y cultura

“Las mujeres siempre son los más afectadas por la contaminación que los hombres, pero en los niños se da por igual. Los dos sexos están afectados por igual”, dijo. Agregó que “no hay enfermedades venéreas. No toman alcohol. Tienen cosas lindas, no tenemos problemas de violencia de género. Cada uno con su cada una. No hay niñas embarazadas ni jovencitas, no hay violaciones”.

“La comunidad tiene valores, tienen ética. Son muy educados y tranquilos, pero falta la infraestructura que se la estamos haciendo de a poco. Es muy importante destacar la ayuda de Integral Express -Córdoba- que desde hace 6 años hace el traslado de las donaciones en forma gratuita: alimentos, ropa, ahora estamos preparando los útiles escolares, y hasta las bombachitas para las nenas porque gracias a un grupo de voluntarias universitarias fabrican lencería infantil”. Todo para la comunidad. Nada para vender. “Tenemos muchísima gente que nos acompaña hace años, son donantes fijos. La gente nos conoce”.

Sobre los trabajos y el sostenimiento explicó que “en 2013 los alumnos de Primer Año (todos de 12 años) de la Escuela Técnica Copérnico hicieron en clase de Carpintería cien bastidores de telar. La madera la donó el Sr. Francisco Nicoletti de Merlo, San Luis y los 5.000 clavos, dorados de cabeza redonda lo hizo una metalúrgica especialmente para los niños. Así, las mujeres tejen carteritas, bandoleras, monederos y collares que se venden en las ‘ferias de pulgas’. Los hombres pescan”.

“Todas las veces que hemos hecho trabajos grandes” como por ejemplo la colocación de alambrados, postes o la instalación del destilador “no hemos contratado ningún obrero. Los obreros son los papás”. Los técnicos les enseñan cómo realizar cada tarea y ellos “aprenden, son muy colaboradores” y solidarios con sus niños. “Tienen una formación de respeto”.

Desigualdad y discriminación

En alguna oportunidad “me han llamado a las tres de la mañana por enfrentamientos sociales entre los wichis y los criollos por el agua. Por eso el destilador (de arsénico)” que llevaron desde Córdoba, y funciona con paneles solares donados por Fiasa y Good Energy, para que tengan “su propia agua, sus canillas” y no deban salir del lugar y correr riesgos donde están los criollos. “Nos lo quieren realmente. No entiendo por qué tanta división como si fuera una clase social superior”.

Lo que resta

El próximo objetivo es colocar las “baterías de baños con duchas para que estén más fresquitos”. También es importante un “espacio más grande, más aireado. Un lugar fresco para reunirse” sumado a la plantación de más árboles para que les dé sombra en pleno día de calor y más paneles solares para iluminar el predio. En la visita de Semana Santa llevarán además 40 kilos de semillas para realizar huertas.

Mientras afirma contenta que llevarán un ‘super’ lujo como es lo es “la gelatina que aporta calcio para que estén hidratados, dado que antes no podíamos enviarles porque no tenían heladera. Nunca habían comido ni tomado nada fresco”.

No puedo dejar de pensar que “la discriminación, la desigualdad y los prejuicios son violencia”, finaliza la entrevistada. Por ello, es imperioso que ojos responsables y comprometidos se posen sobre esa y todas las comunidades que habitan nuestro país, que forman parte de esta enorme patria, que hace a la Nación y al Estado, que duele verlos y verlas en situaciones extremas con necesidades básicas insatisfechas en una Argentina llena de riquezas naturales pero con un 30% de niñez empobrecida. Finaliza esta entrevista con el único pedido unánime: “yo quiero un puente”, cerró la titular de la fundación.

Si querés apoyar la petición, compartirla, que los decisores presten su escucha activa, podés firmarla y compartirla en el siguiente link link

Por Soledad Bavio