El Muro Pádel Inclusión
El día en que el pádel se convirtió en un muro de contención
“Todo niño debe estudiar, jugar y ser feliz”. Muchas veces no se logra. Pero sí, en un rincón de Olavarría se conjuga la diversión, la responsabilidad y el sentido de pertenencia. A través del pádel.
Anote la receta: para jugar pádel necesitamos “dos jugadores compañeros que colaboran para conseguir un resultado común”, una pelota, una paleta y el campo de juego. Un deporte joven, reglamentado hacia los años ochenta.
Si El Muro Pádel fuera una simple escuela deportiva tal vez la nota entraría en la sección especializada de un diario. La historia cambia en un segundo si hablamos de contextos socio-económicos desfavorables. Un barrio “sobredimensionado en cantidad de chicos y no hay tantos complejos ni clubes cerca”. Ahora sí.
El complejo deportivo actúa como refugio y lugar de contención para cientos de niños en el pulmón del barrio. No nos detendremos sólo en eso. Hay profesores. Hay un deporte. Y hay niños que hacen del pádel una salida, un proyecto.
Luis Falasco es uno de los artífices de esta iniciativa y enseña lo que más sabe. Todos los niños desde su Iniciación pueden recorrer un camino que les permita con el tiempo, competir. Todos tienen un común denominador: “quieren aprender pádel”.
El 2015 culminó con un centenar de niños que se agolparon los sábados en aquella cancha, con el objetivo de ser parte de algo, con edades que oscilan entre los 7 y los 14 años. “El 80 por ciento de los niños que asisten allí viven al barrio Independencia, Ituzaingó y Juan Martín de Pueryrredón”, entre otros. “Cuando se empiece a correr la bola, se va a ir incrementando la cantidad de chicos”, dice Luis de cara a este comienzo de clases.
Para conseguir lo del año pasado, Luis Falasco y Gastón Ressia trabajaron codo a codo en seis cenas solidarias, una por mes, “donde tuvimos muchísimo apoyo de la gente para recaudar fondos y esto hizo que en junio pudiéramos participar del provincial en Necochea y luego en septiembre viajamos a Villa Mercedes, en San Luis, a jugar el nacional de pádel”. En esta parte asegura que “las vivencias fueron extraordinarias tanto en lo deportivo y así también en la conducta”.
“A lo largo del tiempo hemos podido evolucionar” dice Falasco. “Con la Dirección de Deportes tenemos mucho apoyo. Ya tenemos dos profes, Gastón Ressia y Sebastián González y hemos podido este verano hacer que participen de una colonia de verano, llevarlos en colectivo al piletón del Bioparque Municipal La Máxima”.
En lo deportivo
El lugar consta de dos canchas 100% blindex reglamentarias que reciben durante la semana a los pequeños vecinos del sector. Con la cantidad de chicos que asistieron, “el año pasado nos vimos desbordados porque el lugar nos quedó chico” para poder “dar una buena clase” aunque ese no es problema “para que tomen la leche porque tenemos un entrepiso donde entra mucha gente”.
“El plan 2016, nuestro proyecto 2016, es trabajar de lunes a jueves” incluyendo niños con discapacidad, aquellos que son preparados para la pre-competición, niñas y los sábados con iniciación. Ese día, durante poco más de dos horas asisten aquellos niños que recién empiezan. “Los que avanzan van a la semana, martes o jueves”.
Para los próximos meses “está programado el provincial de pádel en Tandil y el nacional en La Plata. Anhelamos poder viajar nuevamente y cosechar ya los frutos deportivos que comenzamos a sembrar en abril de 2015”.
Es pádel
No es fútbol, es pádel. No se juega en un potrero ni en la calle. Debe contar con una determinada estructura para poder practicarse. ¿Por qué entonces? ¿Por qué este deporte tan poco frecuente en las barriadas ha logrado resultados enormes en un sector de la ciudad?
“La verdad que es sorprendente, pero creo que se da por una carencia” de lugares esparcimiento durante las horas libres de niños y adolescentes. “Está sobredimensionado el barrio en cantidad de chicos y no hay tantos complejos ni clubes cerca. Y clubes que se dediquen a la parte social solamente, son muy pocos. Hay una carencia generalizada. Olavarría necesita tener lugares donde se dicte fútbol y deportes. Es un tema pendiente”, afirma Falasco.
La vivencia
“Tenemos normas de convivencia dentro del club. Cuando arrancamos una clase hacemos una charla, repasamos esos puntos. Hay una cuestión que es lógica. Hay que trabajar, es mi visión, mi opinión, en conjunto con un montón de sectores. Más allá que nosotros tengamos un lugar de contención y podamos ver que el chico va evolucionando a nivel deportivo y a nivel de respeto, hay una cuestión de la casa”.
Un enorme trabajo “en las horas que estamos con ellos, pero el chico vuelve a su casa y el panorama es totalmente distinto, cuestiones que no son bienvenidas. Hay que unificar el trabajo. Le falta el papá o la mamá, o el papá no está en buenas condiciones o el trabajo no es el adecuado ni ejemplo para su hijo”.
“Hay que trabajar eso. Nosotros no somos quienes, no tenemos las herramientas para trabajar. Creo que tiene que trabajar el Municipio y viendo de poner profesionales a atender esos casos”.
¿La problemática muchas veces sobrepasa, excede? “Totalmente. Uno se compromete y piensa que lo que está haciendo va en el buen carril y se descarrila en un segundo. Cosas que nos pasan pero no nos detenemos en eso, porque sino no hacemos nada”.
“Llenáme la planilla vos”
En una escuela, un club, una parroquia, las reuniones de los adultos responsables de los más chicos, son cosa habitual. Son citados para un permiso, por una mala conducta o un llamado de atención.
En El Muro no siempre los profesores tienen contacto con las familias de los chicos. “Con algunos sí y con otros no. Algunos ni se acercan. Solamente vienen los chicos”.
Otros “no aparecen y salís a buscarlos para conseguir una firma aunque algunos no saben ni firmar. Cosas raras. Estamos en 2016 y no tendrían que pasar”.
“Mi mamá no puede. No está, o no sabe escribir. Llenáme la planilla vos”, dice un niño que quiere viajar pero necesita de la autorización de un mayor. “Hay casos puntuales que son duros y decis ‘cómo miércoles pasa esto’”.
Según el informe de seguimiento de La Educación Para Todos (EPT) publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2015, en el mundo, había 58 millones de niños sin escolarizar y otros 100 millones que no habían terminado la enseñanza primaria. La probabilidad de no ir a la escuela es cuatro veces mayor entre los niños más pobres del mundo que entre los más ricos. Más que claro. Aún hay personas que no saben leer ni escribir.
¿Hasta dónde hago como ciudadano?
“Uno llega a un punto que te involucrás tanto que te hace mal. Tenés que por lo menos dos semanas estar en otra cosa, o ser muy centrado. Hay cuestiones que te hacen mal”, asegura el entrevistado.
Conscientes de que modificar realidades es una utopía, sabe que si ellos no estarían en ese lugar, tal vez cientos de niños deambularían, buscando una plaza o una calle que sientan como propia.
“Mucha veces te lo replanteás. Si es un esfuerzo en vano”. Con el tiempo “decís hasta acá llegué. Golpeé las puertas que tenía que golpear y no me escucharon, no me escucharon. No. ‘Pará que tengo mi familia’”.
“Yo me ocupo y voy para delante y cuando chocás, es complicado y no se hacen cargo. ¿Quién se tiene que hacer cargo y no lo está viendo?”.
“Hay mucha necesidad”
“Todo es bienvenido”. Zapatillas, indumentaria deportiva o paletas que posteriormente son sorteadas entre los presentes, son cosas que necesariamente no tienen que faltar cuando alguien practica un deporte. Es parte fundamental de ponerse la camiseta del club que representan.
“Ropa la gente siempre te dona, lo que no nos puede faltar es comida. Tenemos muchas panaderías que siempre están con nosotros con bizcochos o facturas. Hay mucha gente solidaria que nos da comestibles que se los damos directamente a los chicos. Hay mucha necesidad”.
Para colaborar, pueden ingresar en Facebook El Muro Padel, dirigirse a Rendón 1679 o comunicarse telefónicamente al (02284) 413745.