“Que no se queden calladas porque el silencio tiene sus consecuencias”

Violencia de género

Abuso sexual: “que no se queden calladas porque el silencio tiene sus consecuencias”

La historia de “Lucía” es una de las tantas que muchas veces transcurren en silencio. En este caso la protagonista habló para dejar en claro que hay un antes y un después. Cuenta su vivencia y sueña con el día “que vamos a poder llegar a replantearnos que tenemos derecho que no se nos vulnere”.

Tiene 28 años. Nació en Catamarca, se crió en Chubut y siguió paso hasta Ushuaia. Trabajaba en una petrolera, pero quiso dar un paso más en pos de un mejor empleo. Es por eso que en 2011 entró en la Armada, en el fin del mundo.

Desde sus inicios como marinera, siempre vio irregularidades en la Base Naval, pero sus sospechas se plasmarían, dos años después, cuando la jerarquía y los espacios de poder, le jugaron una mala pasada.

En 2013, fue acosada sexualmente por un suboficial principal de la Armada Argentina. “Irregularidades siempre se ven en este ambiente. De todo tipo. Maltrato. No soy la única pero hay ciertas personas que no lo hablan. Yo voy a seguir denunciando. Hice todo esto público para que marque precedente, que no quede impune”, dijo la joven a la que llamaremos “Lucía” para preservar su identidad.

En escasos minutos intentó explicar su situación, los comienzos, la denuncia contra su superior, las puertas de organismos que tocó y no se abrieron, el accionar discriminatorio hacia la mujer dentro de las instituciones y la actualidad de su caso.

“El que tiene más jerarquía, más poder, se cree Dios ahí adentro y si tiene la posibilidad de tratar mal a alguien, lo hace. Se aprovecha de las circunstancias. Hay muchos casos. Imagináte si no me voy a saber todo lo que implica el sufrimiento en carne propia”.

Desde que decidió hacer público su caso, recorre los medios de comunicación buscando una escucha activa, “que me apoyen. El juez que lleva mi causa es un juez muy involucrado con los militares. Quisiera que se declare incompetente y que investigue una jueza mujer”, dijo al recordar que su causa quedó en “reserva” y por estos días el letrado que la acompaña, apela por una reactivación.

“Cuando denuncio a la Armada me echaron y ahora me quede sola sin trabajo, sin casa. Todo junto”, recuerda “Lucía” con visible angustia y cansancio. “Fue una etapa muy dura estos tres años”.

“A mi me echan en 2014 , como militar y me reincorporaron el 18 de agosto de 2015. Yo denunció el 11 de septiembre cuando la Armada toma conocimiento de mi denuncia. Me despiden el 31 de diciembre pasado. Luego de eso interviene el Ministerio de Defensa, la oficina de Políticas de Género que ellos ordenan que me reincorporen nuevamente a mediados de año y cuando voy a firmar el contrato estaba en un pasillo esperando y ese hombre me ve y hace gestos con la cara se muerde los labios y me da una crisis de nervios. Me voy con una licencia psicológica y no volví nunca más. La causa salió del Estado de reserva los primeros días de junio. Espero justicia eso necesito para salir adelante”.
Con un suspiro de resignación aclara “me dan ganas de irme de acá y hacer algo pero la he pasado tan mal… No quiero seguir y me reincorporo pero el trato es horrible, porque me señalan ‘allá va la que denuncia, allá va la quilombera’”.

En este punto expuso que el año pasado logró su reincorporación a la fuerza como personal civil, aunque nunca pudo volver a las tareas. Por estos meses se encuentra con licencia psiquiátrica y psicológica y con un cóctel de “pastillas para la depresión, para dormir, para las crisis de pánico, para todo. Esto te destruye el cuerpo. “Quiero alejarme de la Armada pero no tengo medios económicos para eso”.

“Ellos me despidieron, me echaron dos veces. Me reincorporaron” y me animé a hablar y ahora tengo lo que es una violencia institución terrible”. Al mismo tiempo se pregunta una y otra vez: ¿sabés lo horrible que es vivir y entrar en ese lugar? Me deprime, me pongo mal, me tira abajo”.

La causa

La última nota publicada por la Agencia de Noticias Télam, a mediados de mayo pasado, da cuenta que “la Justicia de Tierra del Fuego levantará el estado de reserva y reactivará la causa penal. La mujer no había encontrado respuestas para su denuncia, ni ante la Justicia ni ante la Armada, que llegó a separarla del cargo que tenía y hasta intentó desalojarla de una casa en la que vive junto a su hijo adolescente.

“La denuncia penal quedó en manos del juez de instrucción de Ushuaia Javier de Gamas Soler, quien había declarado el expediente “en reserva” a la espera de nuevas pruebas para impulsar la investigación. El fiscal Eduardo Urquiza reclamó la reapertura del caso y elevará al juez ‘una serie de medidas probatorias’. Las pruebas incluyen la incorporación de nuevos testimonios y otro peritaje psicológico”. El abogado de “Lucía”, Jorge Hernández, recordó que “aunque se trata de un presunto acoso sexual, el Código Penal encuadra ese tipo de conductas dentro de la figura del ‘abuso sexual’”.

Cómo se vive

“Lucía” tiene un hijo de 13 años por el que también se levantaba todos los días para ir a trabajar, más aún cuando el pequeño sufría de problemas de salud que la obligaban a viajar con determinada frecuencia a Capital Federal.

Esos años “lo vivimos difícil porque a mi hijo no le había comentado nada de todo lo que me había sucedido, para preservarlo, para que no sepa todo el infierno que tuve que pasar con este tipo, y terminó enterándose por los medios”.

Sobre el acosador, que ahora está en disponibilidad, explicó “no es el único que se hizo el vivo pero es el que llevó las cosas a mayores. A encerrarme, a hacerme cosas que yo no quería. A no respetar el ‘no’. Al decirle que podría ser su hija. El me tiene que ver como una profesional, no como una mujer. Yo para él tendría que tener bigotes. Mi cuerpo lo dispongo yo y si quiero o no quiero lo decido yo y realmente nunca quise nada con este tipo”, trae a la memoria, sólo en unas pocas palabras, suficientes para entender.

El exponer su caso ante la justicia penal fue un antes y un después. En una primera instancia “como víctima cuando fui a denunciar en la Oficina de la Armada me dijeron ‘no será que vos lo provocaste, lo sedujiste, le insinuás cosas, el es un hombre y vos tenés los pechos grandes’”. Qué más queda por decir. “De la indignación, de la impotencia me puse a llorar”, dice “Lucía”.

Allí rememora todo el camino que transitó y menciona sólo algunos de los que no obtuvo respuesta. En uno de los organismos le dijeron que estaban sin medios para brindarle ayuda aunque replica palabra por palabra. “’Te ofrezco un pasaje para que te vuelvas a tu provincia’. Me quedé tildada y me fui. ¡Cómo una persona así puede estar en una oficina tan delicada!”.

Siguió su recorrida y llegó a otro lado. Ahí se completó el cuadro. Recuerda que le daban un préstamo de diez mil pesos “y después que me arregle. Me sentí así como vulnerable como que me estaban tomando el pelo. Una me ofrece un pasaje, la otra me ofrece plata. Ninguna me dijo ‘¿estás bien vos?’”.

Y así siguió la peregrinación aunque se hizo un lugar para rescatar a quienes estuvieron presentes. “La única que me dijo ‘llorá aca y después contáme es Laura Avila de la Secretaría de la Mujer de la Municipalidad de Ushuaia. Me dio un gran apoyo, gran contención, lo que me hizo bien”.

El aquí y ahora

Pese a todo lo ocurrido, la joven es clara y sabe a lo que se enfrenta y qué lugar ocupa su caso. “Fui la primera mujer que denuncia así algo que sucede frecuentemente y que haya intervino el Ministerio de Defensa, para ellos (la Armada) fue algo realmente catastrófico”. La cartera nacional “me dio una mano. Me ayudó. Me contuvo. Fue alguien que intervino por mí”.

“Son años de silencio. Es un antes y un después porque estaba sola en esta lucha y después de haber hecho público esto, hubo gente que se solidarizó conmigo demasiado y hubo otros que no. Que se alejaron. En estos momentos difíciles me di cuenta qué personas eran las que valían la pena y quiénes no”.

Continúa diciendo, “los que pensamos eran incondicionales porque trabajaban en la Armada y no querían arriesgar sus puestos de trabajo, se alejaron. Eso fue muy doloroso”.

La necesidad se hace visible minuto a minuto. “Poner en palabras tantos años de dolor y sufrimiento que me enfermó físicamente y psicológicamente. Ya no soy la misma. A veces me agarran ataques, por llorar, por sentirme mal, por depresión. No está bueno que estas cosas pasen. No puedo seguir con estas injusticias y habérmelas bancado por tener un trabajo. Por un trabajo no vale la pena nada de todo lo que viví”.

El mensaje final

La joven quiso cerrar la charla con un mensaje para aquellas que aún no hablaron. “Vamos a poder llegar a replantearnos que tenemos derecho que no se nos vulnere, que no vuelva a pasar de haber sido despedida dos veces por la institución”.

“Las mujeres que pasan o que han pasado todo esto que se animen a denunciar. Que no se queden calladas porque el silencio tiene sus consecuencias. Tarde o temprano nos afecta demasiado y no está bueno seguir viviendo tantas injusticias. Que por ser mujer, somos dueñas de nuestro cuerpo y de decir ‘sí’ o ‘no’. Me sentí tan violentada físicamente, psicológicamente con este hombre, me ha tocado me ha obligado, me ha encerrado, manoseado, me ha dejado los moretones… La Armada fue cómplice y todo sus jefes, toda la corrupción que hay ahí adentro”.