Amigos en el Camino
Vivir en la calle como “el último eslabón de la cadena”
Por semana, cocinan para unas 600 personas en situación de calle. Historias de dolor y de esperanza. Un nombre de pila y un “cómo estás”, para recobrar la dignidad.
Llamé para hablar de ellos, de los voluntarios, de los cocineros. La realidad me sobrepasó. La imperiosa necesidad de conocer qué pasa en la Ciudad de Buenos Aires me pobló de sorpresa.
A 300 kilómetros, muy rara vez vemos un informe en señales de televisión nacional, que nos acerque a esa vida. Hasta los contadores de historia, naturalizamos el paisaje porteño. Nadie parece exigir políticas de fondo que reviertan la situación que se registra desde hace más de 30 años. “No hay interés de la clase política. Tengo 50 años y no vi nunca que lo tuvieran en agenda política de fondo que se trate integralmente”, dijo Mónica De Russis, una de las tantas voluntarias de Amigos en el Camino.
“Somos un grupo que no pertenece a ningún partido político, ni iglesia. Trabajamos desde el corazón, porque no podemos mirar a un costado. No te queda otra, que para ir dormir a la noche” con la sensación de haber hecho algo.
Este grupo de amigos “se juntó para empezar a darle de comer a personas que estaban en la calle. De vecinos de los lugares donde el grupo empezó a frecuentar”. En un principio sólo era “conversar, preguntarle el nombre, acercar algo” y comprender que atrás de cada persona había un todo, que no era sólo alguien que había caído “en el último eslabón de la cadena”.
Amigos en el Camino, trabaja en las calles desde hace cuatro años en catorce barrios porteños. Recorridas nocturnas que empiezan de tardecita y terminan pasada la medianoche. De lunes a viernes, largas distancias los separan de cada circuito.
Belgrano, Coghlan, Nuñez, Constitución, San Telmo, Monserrat, Caballito, Primera Junta, Agronomía, Chacarita, Almagro, Balvanera, Centro y Tribunales albergan en sus calles a cientos y miles de personas.
Esta organización asiste a unas 600 personas por semana aunque ese número es sólo “un recorte de la realidad”. Los censos y los relevamientos “oficiales” y de entidades civiles, distan mucho entre sí.
Hace poco más de cuatro años, una nota publicada por Tiempo Argentino mencionaba que según el gobierno de la ciudad, 876 personas estaban en situación de calle mientras que para la ONG Médicos del Mundo, ese número ascendía a 15 mil personas. A ese dato llegaban con “los que en algún momento estuvieron o los que pronto pueden estar, ya sea porque pueden ser desalojados, porque están en un hogar de tránsito o porque están recibiendo un subsidio transitorio”.
Vayamos un poco más a fondo para comprender cómo son las cosas. “Las causas por las que se cae en la calle son muchísimas y muy variadas. Gente sin trabajo, familias enteras, hombres separados que no les alcanza para alquilar, enfermos psiquiátricos, abuelos, jóvenes que fueron adictos y que quizás fueron expulsados de sus hogares”.
En las calles ya hay una “tercera generación de familias” en idéntica situación. Cierran la lista, profesionales que quedan sin trabajo o personas con un fuerte dolor emocional por la pérdida de alguien.
“El fenómeno apareció una vez que terminó la dictadura” y fue en los primeros años de la década del ’80 que comenzaron a verse “los primeros chicos de la calle. Esos hoy son abuelos”, dijo Mónica, un tanto reflexiva sobre la cronicidad del problema.
Amigos
Como grupo “no podemos con todo” pero el acercar un plato de comida a alguien “nos hace conocer sus nombres, volver a que entablen un lazo con alguien, ganarnos su confianza y a partir de ahí, los ayudamos como ellos necesitan”.
Es decir, colaborar como las personas necesitan que colaboremos, saliéndonos de nuestra visión de “lo que debe ser”.
“Es muy difícil. A nadie le gusta vivir en la calle y una vez que caíste en el eslabón más bajo de la cadena, donde nada tenés, te van pasando muchas cosas. La posibilidad de caer en adicción para tratar de sobrellevar eso, esa depresión, esa situación que te tocó vivir. Estás sometido”.
Una persona que vive dentro del sistema se seguridad social, laboral, educativo y de salud, sufre el impacto de todo tipo de delito, pensemos ahora en las personas en esta situación. “La padecen mucho más. “Si te dormís, te roban las zapatillas y te faltan frazadas en invierno”.
Dejar solo esa realidad es complicado. “Es muy difícil salir de la calle y con los años te vas quedando sin hábitos sociales, normas o pautas de convivencia” por lo que si se lleva a una persona “a un hogar le cuesta mucho volver a retomar la resocialización, volver a socializar”.
Amigos en el camino es una de las tantas organizaciones comunitarias que realizan recorridas nocturnas en el Gran Buenos Aires. “Este tipo de grupos es horizontal: todos juntos a pulmón”.
Actualmente por día hay más de quince voluntarios sumado a de dos a seis cocineras por equipo. A ellas se les provee “dos heladeras de 30 litros” para envasar unas cien porciones de comida recién elaborada. Para esto, cada una dispone en su casa de “ollas y alimentos, fideos, arroz, lentejas, puré de tomates, arvejas y aceite”. Botellas con jugo fresco o agua caliente para mate cocido o café cierran la noche.
Historias con nombre
Cuando hablamos de nombrar, de saludar, de mirar a los ojos y mostrarles a esas personas que somos y estamos, aunque sea en un pequeño lapso de tiempo, vamos a estrechar lazos, a conocerlos y saber qué, cómo, dónde, cuándo y por qué llegaron allí.
“Un montón de historias que nos pegan por la forma en que los encontramos con un futuro negro”, los cuales tal vez, “no hubiesen sobrevivido otro invierno en la calle”. En 2014 y 2015 “sufrimos ocho muertes que sabíamos el nombre, la historia, el sueño de cada una de esas personas”.
Marcelito I
“Hace años que estamos trabajando con Marcelito que tiene la Enfermedad Corea de Huntington. Es la más espantosa”. Se trata de un defecto genético que se transmite de padres a hijos. “Es degenerativo y mortal. En esas condiciones lo ayudamos a tramitar su subsidio y una pensión por discapacidad”.
Marcelito II
“Otro Marcelito que hace 30 años que está en situación de calle. Es analfabeto y tiene un retraso madurativo. En noviembre lo pudimos alojar en un hotel”. Tres décadas “sin dormir en una cama, sin tener su lugar”. Entre emoción y lágrimas y con “la simpleza de su corazón, a los dos o tres días” de salir de la primitiva situación, se sumó como voluntario a la organización.
El primero de ellos comenzó a limpiar vidrios y con su dinero pagaba un lugar donde poder lavar su ropa porque en la general de la ley, “la ropa en la calle es descartable”.
El segundo, con lo trabajado se logró comprar una bicicleta para continuar con sus labores, pero en la calle nada permanece. Por eso, eligió poner su herramienta al resguardo en un garaje, y él seguir durmiendo a la intemperie.
Fernando
Con muchas historias de esperanza y de dolor Mónica recuerda como si fuera hoy un diálogo en medio de una recorrida. “A Fernando lo encontré una noche buscando a una familia y le pregunté: ‘¿Cómo estás?’” a lo que él respondió: ‘en 45 días es la primera vez que me preguntan como estoy’”.
Completan la historia: su hijo era adicto al paco y quien lo azotaba brutalmente producto del efecto del estupefaciente. La solución fue irse de ese hogar. Tal vez, esa realidad hubiese sido aún más trágica de haber seguido conviviendo.
En la calle y con animales
“Otro tema son los amigos en situación de calle con animales. No pueden ingresar a los paradores. Nosotros ayudamos a dos amigos con la red mascotera a que se puedan mudar con sus perritos, consiguieron casa y trabajo en hogares para perros rescatados”.
Una mujer tucumana con un problema de salud, llegó con sus perros y gatos. “Vino acá (al Gran Buenos Aires), la habían estafado”. Tiempo más tarde “la pudimos internar. Cuando lo logramos en el Ramos Mejía, fue dos noches antes de que falleciera”.
Tomada de la mano de esta voluntaria expresó: “Moni que va ser de mis perros, de mis cosas yo siento que me voy”. Ambas mascotas quedaron en manos de voluntarias: Negrita murió seis meses después que su dueña, Sebastián, al año y medio”.
¿Y por casa cómo andamos?
Las personas en situación de calle parecen formar parte del cemento. El escalón de un comercio, la puerta de entrada de un gran edificio, la vereda, la mano tendida, alguna palabra susurrada. Nada parece hacernos despertar. “El 95% o más de la comunidad es indiferente. Pasa y no los ve. Por distintos motivos: prefieren no ver, por miedo, por prejuicio, porque no saben manejar la situación, por negación. Es como que no ves”.
La reflexión
“La vida de cada uno tiene misiones distintas. Está muy bien los que luchan para los grandes cambios, otros luchamos para pequeños e inmediatos”, reflexionó Mónica.
“Cambiemos indiferencia por amor. Si cada uno desde su lugar empieza a cambiar, desde su indiferencia, a saludar, presentarse por el nombre. Pequeños gestos que hacen sentir la posibilidad de recobrar la dignidad como persona”, finalizó.